Ella nunca quiso salir de ese cristal, se sentía protegida de sombras que le aterraban, de lo que el mundo le podría ofrecer. Se sentía segura dentro de ese vidrio consistente e irrompible. ¿Qué podría desear? Siempre quiso eso. No tenía queja alguna.
La hora anunciando: "Ya es tarde, a dormir". "Ya es de día, despierta". "Debes hacer esto y aquello...".
Disfrutar de sus hobbies son las cosas que más le gustaba hacer. Pintar, dibujar, jugar, saltar. Pero lo que más odiaba era leer. Nunca agarro esos libros de tapa dura y con ese pigmento oscuro.
Una mañana lluviosa cubierta por nubes grises, se dirigió a su ventana respirando la brisa fresca y el olor del pasto mojado (a lo que ella amaba hacer cuando se presentaba ese clima), llenando sus pulmones de aire y ese toque de sensación inundando su alma llena de amargura y soledad.
A corta distancia, observó una sombra no muy grande entre los arbustos. No divisó muy bien lo que la naturaleza le podría ofrecer. Tampoco saldría del vidrio, debido al miedo de lo extraño y peligroso que sería el mundo.
Permaneció sentada, esperando a que esa sombra produjera algún movimiento. Después de unos segundos, la figura se acercó más y más.
Tenía miedo pero no dudó en acercarse a ella, parecía algo... ¿triste?, sus ojos reflejaban soledad.
"Necesitaba a alguien", pensó.
Descubriendo y desnudando la sombra en aquel día lluvioso, se presentó esa figura, no de gran tamaño, pero sí parecía muy peligroso.
Sorprendida y algo inquieta, se mantuvo sentada sin decir nada mientras los dos se miraban fijamente y contemplaban la existencia uno del otro, interponiéndose ese vidrio rígido y helado, evitando sonido alguno.
— ¿Cómo te llamas? - Preguntó ella, dudando de si le había escuchado.
Después de una larga pausa, esa figura singular respondió:
— Rrr... - Intentando en vano hacer un esfuerzo para hablar, parecía algo agitado al respecto.
— ...Rrraawr - Dijo al fin, exhalando todo el aire contenido en sus pulmones.
Ella decidió bautizarlo, llamándolo Rawwr. Era algo infantil, pero siempre le gustó la idea de "bautizar" a alguien.
Un rayo cayó bruscamente sobre un árbol no muy cerca de ellos, provocando el miedo del extraño animal y causando la huida de ese misterioso lugar, abandonando a la pequeña.
Observando cómo se alejaba entre los arbustos, una tristeza inundó su alma. "¿Jamás podría ver de nuevo a esa criatura?, ¿Se presentará algo peligroso en su camino?, ¿Estará bien?"; Esas preguntas rondaban en su cabeza, impidiéndole dormir tranquila.
Al día siguiente, el sol se encontraba irradiando tanto calor, como si el clima hubiese cambiado bruscamente. Preocupada por sus flores, fue a verlas.
Las fresias amarillas, los alelíes blancos y el lilium rosa expulsaban un aroma dulce y encantador, inundando todo el jardín.
A lo largo del camino se presentó una figura peculiar, conocida. ¿Será Él?. Corrió desesperada y, ansiosa, se sentó en el mismo lugar de aquella mañana.
Unos afilados dientes se acercaban a ella... ¿sería Él?.