Al recibir la mala noticia no tuve otra opción que ir al baño. Mi nariz se volvió mas rosada y empezaban a avecinarse algunas lágrimas. Lavé mi rostro con agua helada para evitar que salgan. Contuve toda mi aflicción y traté de relajarme.
Salí del baño procurando encontrarme únicamente con Ana. Pero mi buena suerte ya estaba echada.
Dos individuos de mi misma clase se acercaron a mí, a uno de ellos pude identificarlo. Preguntaron por mi condición y, muy preocupadas, vieron mi estado. La niña que conocía me tomó fuertemente de la mano. Entendí su intención. Quería que me desahogara en ese momento, pero no se lo permití. No permitiré que me vean llorar y mucho menos me mostraría así frente a aquellas dos personas que no son consideradas amigas. Hice un esfuerzo para responder cada una de sus preguntas sin que se quebrara mi voz. En mi interior sólo quería irme de ahí y buscar a Ana. Pero ellas me mantenían, me obligaban a luchar en aquella guerra que ya estaba terminada.
Me sorprende cómo personas que no son de tu vínculo se acerquen a ti, sientan empatía y crean que la persona afectada se abra fácilmente con ellas. Bueno... en mi caso no se aplica.
Salí a duras penas de allí, de las locuras que me pedían que haga sólo para no perder aquella materia.
Me encontré con Ana, algo impaciente debido a las dos entrometidas que no me dejaban escapar. Ella fue la única que entendió que no quería llorar en aquel lugar y que no estaba apta para recibir abrazos porque o si no iba a llenar el lugar a mares.
Me tranquilicé a su lado mientras sacabamos fotocopias de otra materia.
Nos despedimos y más tarde hablaría con ella.