sábado, 14 de marzo de 2015

Ocean.

    Lentamente me alejo de la orilla. Oigo gritos en la lejanía. Nadie me ve. Nadie me siente. Nadie me escucha... ¿Por qué debo yo escuchar sus aullidos?
    Me acerco al penumbroso océano. Las olas me llaman. Mis pies desnudos la tocan y ellas me susurran con cada abrazo que me dan.
    Se aproximan a mi fuertemente y yo me siento guiado por ellas. Pero me vuelven a dejar. Y sólo quedan recuerdos de un espumoso y blanco día. Y a veces de recuerdos manchados de agonía.
    Hiela mis extremidades. Me vuelven a arrastrar y decido finalmente entrar en ellas, pero los gritos continúan y llegan a intimidarme con cada paso que dan.
    Y decido caer.