[...] Pero Dios es más grande que nuestras pruebas, mayor que nuestras dificultades y superior a nuestros desafíos. Podemos ser débiles, pero él es fuerte. Dios es nuestra seguridad cuando enfrentamos la incertidumbre. Si la culpa amenazara con abrumarnos, él puede ser nuestra paz. Él es nuestra sabiduría cuando nos encontramos perplejos. Cuando nos encontramos aprisionados en las cadenas de hábitos que parecen invencibles, él está listo para ofrecernos poder sobrenatural para librarnos. Y, cuando nos sentimos solos, él está siempre cerca.
Así, cuando quiera que enfrentamos ansiedad paralizante y temor abrumador, las palabras de Dios aún hablan a nuestros corazones : "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (S. Mateo 11:28). Y, cuando el futuro parece incierto, él nos recuerda: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Isaías 41:10).
Nacimos para algo mucho más que solamente luchar por algunas décadas y luego morir. Dios tuvo la intención de que viviéramos la vida abundante hoy, mañana y siempre.
"Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré" (Salmo 63:7)