Quería dormir entre tus brazos, pero mis propias ambiciones no me vencieron. Quizás perdí la oportunidad, quizás en estos momentos me arrepienta...
Pero lo primero eres tú.
Descansa entre las sábanas acogedoras y no te expongas a la ventisca que entra por mi ventana.
Apóyate en la almohada, más no en mi cabello mojado y frío.
Respira el aire caliente y evita mis suspiros helados y vacíos.
Acomódate libremente, siéntete desencadenado de mi propio cariño asfixiante.
Duerme, mi niño.