jueves, 23 de junio de 2016

Electrocardiograma.

    Volviste, de nuevo.
    Está feliz. 
    ¿Tu corazón no lo entiende?
    Lo extraño.
    ¿Extrañas esos latidos?
                             ... ¿O extrañas lo que te quitó?
    Lo veo,
    y todavía llora.
    Llora y le duele. 
    No importa la rabia al inicio, fuiste muy mala.
    Pero aún sigue sangrando. 
    ¿Lo curaste bien? 
    Deja que el hilo lo sostenga hasta que tus células sean capaces de volver a unirse. A reencontrarse. 
    Sólo dale tiempo. 
    ¿Cuando lo veas?
    ¿Serás capaz de mirarlo a los ojos?
    ¿Muchos sentimientos? 
          Repulsión, Arrepentimiento, Desamor, Tristeza, Paz, Extrañeza.
     No me gusta sentirlos.
    Cómo una persona tan importante...
    ¿Prefieres morir atropellada? 
    ¿Prefieres sentir las magulladuras de tu piel, más no las de tu corazón?

Me levanto y estoy acostada con otra persona.
— ¿Quién eres? ¿Porqué estás aquí? ¿Dónde está él?
— Niña... él ya se fue. Tú misma lo echaste. 
Madura.
Vuelve a la realidad.
Tan difícil.
    Quiero mi infancia, donde mi vida amorosa eran sólo los crayones garabateando sobre el papel, los cantos del Jardín, el juego de las escondidas y sin tener que esconderme del amor que todo lo arrasa. Que el único amor que conozca haya sido el de mis padres y mis hermanos.
    Que el electrocardiograma se mantenga; mi corazón latiendo y la fina punzada rayando aquel papel. Motivado por momentos que son sólo inocentes...
                                                                                                         Inocentemente puros.