Y otra vez... la cagué.
Mi pésima actitud.
Cuánto lo siento.
Tuve la oportunidad de estar contigo y la rechacé con horribles palabras que, en mí, pensaba sería gracioso. Y no llegué a ser capaz de entender cómo te sentías.
Palabras inmaduras y necias.
¿Por qué cada vez que veo la luz,
caigo?
Perdóname. Y yo que me propuse aumentar tu felicidad; al parecer no dejo de tropezar. Y es que los demonios no se apiadan de mí y juegan a su gusto, hasta que alguno empiece a sufrir.
Lo siento.
Otra vez te fallé.
¿Por qué lloro? Sólo sirvo para ser débil.
Mi diminuta existencia
duele.