Desde el momento en que empezamos a sentir ese cariño semejante al amor, supe que ibas a ser mi estrella fugaz. Te daba dos, cuatro hasta seis meses en que desaparecieras de mi vida.
Te quedaste sólo ocho.
Y aquellas 100 preguntas que te hice en esos ocho meses, fueron las que me sostenían a esta relación ante el miedo, inseguridad y rechazo futuro; permitían ligar mi alma con la tuya (aunque haya sido absurdo) pero como todo principio... también tiene su final.
Al acabarlas, fue el momento exacto en que el amor por aquella luz de esperanza observada desde mi ventana, desapareciera de entre millones de estrellas.
Agradezco que me hayas visto y prestado el tiempo.
Fuiste el deseo que anhelé muchos años atrás. El amor correspondido que imaginaba varias noches con la persona equivocada.
Estuve preparándome meses para el día en que vieras al monstruo que vive dentro de mí.
Una vez más, supe que no me aceptarías de esa forma. Tan quebradiza. Tan rota.
Pero admito haber tenido un ápice de esperanza en que trataras de arreglarme, o más bien, acompañarme en mis momentos más caóticos y en mis arranques de locura.
De nuevo, estuve equivocada.
He malinterpretado el cariño que me dabas. Resulta que era ajeno al amor que creí tener semejanza.
En un tiempo tan corto, el mamarracho de aquél lazo especial que tratamos de armar no fue posible. Fueron ligeros como una pluma, como un escrito sobre la arena: fácil de remover.
Aún mi corazón tiene la esperanza. Pero mi alma ya está cansada.
Eres de aquellas personas inteligentes, astutas. Analizas con detenimiento buscando una falla, un error. Tratas de arreglarlas egoístamente y, si no sede a tus gustos, te alejas. Pero no entiendo porqué no haces eso con tus amigos, tan problemáticos, tan defectuosos (según tus palabras).
Espero que encuentres esa persona especial que llene tus días, como tú lo hiciste conmigo en un tiempo tan corto.
Y como toda estrella fugaz, pediré el deseo de tu bienestar, continuar nuestros caminos separados y a la vez en contacto... como amiga, cómplice pero más no formar parte de tu corazón.
Si llego a mejorar, ¿volvería contigo?. Esa pregunta vive en mi cabeza. Cómo puedo hacerlo si tú mismo me negaste. Negaste mis fallas, mis heridas. Y todavía duelen al ser incomprendidas.
Cómo puedo volver a ti si no valoras mis pensamientos. No los compartes mucho menos.
Te anhelo y a la vez te alejo.
Esta quizá, sea la última entrada. Tantas palabras que no pueden ser plasmadas en este momento. Las emociones se las lleva el viento. Tan frágiles, quebradizos, rotos, oscuros.
Si dejo que el tiempo me consuma... ¿consumirá mi alma?. Vivo en un sueño lejano, ajeno. No comprendo aquellas palabras. Caigo y me hundo entre las sábanas. Llenando el mar con mis lágrimas malditas, insaciables del hambre que trato de controlar. Me mantengo firme en esta corriente. No caer en el vacío de mi triste corazón...
Al saber que no estás presente.
Me abandonaste.