miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ayer.

    Entre sombras... una luz potente pero de fina capa atraviesa la oscura y gruesa cortina de mi habitación. Despierto repentinamente deseando que fuese ayer.
    Me encuentro en la anhelada nieve blanca, cuyos copos delicados reflejan la intensa luz de la mañana; entre montañas empinadas llenas de árboles, arbustos, pinos y animales que escudriñan lentamente para evitar el roce ligero de las hojas, que tiernamente posan bajo la nevisca.
    La brisa helada congela mis dedos, evitando la circulación de mi sangre. Mi respiración es brusca y mis pulmones se acortan lentamente, causando dolor.
   A lo lejos, mi vista se reduce y miro un punto fijo, oscuro y borroso, formando una sombra de gran tamaño. Se acerca lentamente hacia mí.
     La silueta es más clara...
Pelaje oscuro, ojos amarillentos brillando intensamente. 
    Corre más deprisa,
Colmillos afilados y largos, una columna encorvada.
    Acelera más...
Cuatro patas grandes con garras fuertes como si fuesen el mismo hielo consistente difícil de quebrar. 
    Mis pies no reaccionan, no se mueven. Quiero correr, escapar de allí cuanto antes.
    Se abalanza sobre mí y un cuerpo pesado choca contra mi pecho impactando así mis fibras musculares y mis frágiles huesos.
    No puedo moverme, mi organismo no quiere responder.
    Siendo destrozada por aquellos colmillos sangrientos de mi propio flujo, me es imposible respirar en este aire tan frío y sólido.

    Me despierto bruscamente: todo fue tan sólo un mal sueño.
    Siento un pesar muy firme en mi pecho; descontésmente conservo la necesidad de desplazarme de un lado de mi cama y, al leve rose, percibo un pelaje muy fino en donde experimento el profundo y agitado latido de Brandi, mi perro, anhelando la caricia de su dueña.