miércoles, 16 de noviembre de 2016

Flor.

    Ya pasaron los seis meses donde el enamoramiento se acaba y aquél hambre insaciable, aquél apego incontrolable de nuestras almas y anhelos de cuerpos, ha cesado. Podemos manejar nuestros impulsos y cuanta más ausencia, mejor.
    La valiosa importancia de la presencia del otro se ha apagado. En tu caso.
    Veo que aquella flor favorita de tu jardín ha tomado distinta forma en tus ojos y ya no desprende ese cierto atractivo peculiar que tú mismo buscabas. Más aún sólo la mirada fugaz e instintiva, pero no principal, al revisar tus retoños.
    ¿Será que consiguió otra belleza de sabor exótico?
    ¿Volverá a regarla cada mañana, tarde y noche en medio de esta sequía?
     Quizás los pétalos se volvieron negruzcos de tanto vivir, o sus hojas se pusieron amarillentas y quebradizas debido al aire seco, o aquél tallo débil empezó a quebrarse.
    Está desesperada de atención que es capaz de buscar una gota más allá del jardín.
    O quizás el agua la encontró a ella.