domingo, 12 de abril de 2020

Final.

    Tantos sucesos ocurridos que debía plasmar en estas notas y que decidí posponer, ya sea por desgano, falta de tiempo, indiferencia quizás.
    Pero estoy aguantando, me estoy agrietando y comienzo a sangrar.
    Como un mal recuerdo que duró 12 años, una parte de mi infancia y toda mi adolescencia fue arrebatada sin darme cuenta.
    Amores con finales trágicos, inconclusos, problemáticos. Cada golpe dejó en mí cicatrices que jamás podré borrar. Ahora debo aprender a vivir con ello.
    Enfrentar las mentiras, la desconfianza, la indiferencia de todas las personas de las que me enamoré.
    Como si fuesen extraños, se alejan para dar final a este cuento.
    Me mantengo en pie. Tambaleo, sí.
    Toda parte de mí comienza a sangrar, me están destrozando por dentro y por más que ruegue por ayuda, mis cuerdas vocales están desgarradas y nadie en este mundo terrenal es capaz de escucharme.
    Una y otra vez tropecé con la misma piedra, jurando que esta vez iba a ser la última.
    Cada paso indeciso que realicé, cada error que cometí, me llevan al mismo trágico final.
    Herí a los que me amaban y ellos me hirieron. Me odié a mi misma y bajé a lo más profundo de mi oscuridad, de mis miedos. Me sumergí en ellos y no supe cómo salir. Los demonios no me dejan salir.
    Y como toda pesadilla, termina cuando uno despierta.
    Necesitaba alejarme de toda relación, de las personas que amé y de las que aún sigo amando.
    Nada terminó bien.
    Sé que cada uno tiene su versión de la historia y que no van a cambiar a pesar de que insista en hablarlo.
    "No vivas del pasado", me dijeron. Lo intenté. Pero ustedes mismos no fueron capaces de hacerlo.
    Cada uno aplicó sus reglas en base a sus beneficios.
    No busco culparlos, tampoco en reabrir viejas heridas. La culpa yace en mí. En no ser capaz de valorarme y el dejar que pasaran por sobre mí.

    Nuevos problemas se presentan. Mi intimidad ahora es vulnerable y ya no sé en quién confiar.
    No debería sorprenderme el hecho de que insistas en tus problemas conmigo. En restarle importancia a mi situación. Cada uno ve lo que realmente le interesa.
    No me necesitas, no me amas, no te intereso, no estás ahí, no eres capaz de ponerte en mi lugar.
    Estoy cansada de todo esto.
    Decido terminar.
 
    Yo siempre fui el apoyo extra.
    Cada relación inició cuando estaban heridos por una reciente ruptura. Mi intención como recién conocida y futura amiga fue aliviar sus tristezas. Jamás creí que el hacerlo caerían en mi supuesto -y si es que existe- encanto que desbordaba sin malas intenciones.
    En cada una de mis relaciones, ellos fueron los que dieron el primer paso.
    Y en mi mente, resuena el consejo de mi abuelo:
    "Jamás dejes que te elijan. Tú debes elegirlos a ellos".
    Nunca lo hice. Y mi respuesta hacia ellos siempre fue indecisa. O mal interpretada.
    Desde el principio, todos mis pasos estuvieron mal. Fui ingenua, inocente, tonta.
    Pero también me entregué completamente. Di todo de mí, hasta que su hambre insaciable no dejaba de exigir.
    ¿Cómo puedes dar amor si no eres capaz de amarte?
    No lo sé. Pero mis sentimientos, después de todo, fueron genuinos.

"Y el amor de la niña se convirtió en tolerancia, y la tolerancia en impaciencia, y la impaciencia en descontrol. Comprimiendo sus impulsos primitivos, el veneno que recorría de entre sus venas la dominaba.
Y en medio del gentío estalló."

Joanna — Vénus