martes, 14 de abril de 2015

Repetitivo.

    Las madrugadas embriagadas de amargura y soledad; de anhelo y esperanza, de amor y paciencia. Ya no las siento, ya no me pesan.
    Cada latido realizado cambia su ritmo. Lo siento distinto, lo siento lejano.
    La niña de ayer no puede creer a la de hoy. ¿¡Pero qué haces!? ¿¡Lo tienes y te vas a rendir por siempre!?
    Sólo Dios sabe cómo cambiarme. O quizás simplemente mi maldad me llevó a creer en eso.
    El lobo de tanto comer lo que más anhelaba, terminó de cansarse.
    De tanto esperar, tanto sufrimiento... para, probablemente, abandonar el lugar.
O sólo la misma rutina vuelve loca a la gente.
    Extraño a mis compañeros, amigos de una parte de mi vida.
    Tengo que equilibrar mis relaciones, como también mi esencia.
    Vivir como un lobo solitario es lo que anhelo, pero tampoco quiero morir en soledad.