martes, 28 de agosto de 2018

Renacimiento.

    Pasaron meses de lo sucedido. Creí nueva y tontamente que jamás hablaría de ti en estas cartas. Di por terminado nuestro contrato de 8 meses y sin embargo nunca pude firmar el acuerdo. Inconscientemente te buscaba y te anhelaba.
    De entre tanto odio y tristeza siempre estuvo la luz que, a pesar de haber sido débil, permanecía constante... y tan pequeña. Ese ápice que con el tiempo no se borraba... lo nuestro no había finalizado todavía.
    Y no, no me arrepiento de haber buscado el amor en brazos ajenos. Y sé que tampoco entenderás lo importante que son estas personas para mí y mucho menos este pedacito que no te concierne, porque aquellos días me abandonaste y tu ausencia fue lo único que dejaste presente.
    Problemas personales, lo sé. 
    No hay excusa para brindar amor desinteresado.
    Pensaste en mí, te preguntabas qué era lo que estaba haciendo, me veías compartiendo con otros amigos y entre tantas cosas que quizás no me las has dicho; todo esto sin que yo lo hubiese imaginado. Y así me hiciste creer que no te interesaba y a pesar de eso, aquellas miradas y pensamientos... ¿porqué no las palpaste en palabras? palabras dirigidas hacia mí, como un saludo en cualquier hora del día, una imagen que me provoque risas o un "te amo" inesperado como mensaje en la mañana. Nada.
    Sé que fue un golpe bastante fuerte el habértelo dicho. Me pongo en tu lugar como casi siempre lo hago. Creí que si sucedía y se movía la lujuria en ti otra vez, tendría que contarte de esto. Debía hacerlo. Por mi y por ti.
    Pero me tomaste por sorpresa, y aquél pensamiento que tuve era tan liviano que nunca creí que osadamente volverías a buscarlo de nuevo. No me diste tiempo a reflexionar el porqué de mis actos... sin embargo llegó y torpemente te lo dije.
    No pudiste creerlo, yo tampoco lo creería y decidiste alejarte, lo que era justo.
Caí en cuenta en esos días de que no fui infiel a ti, fui infiel al amor que te tenía porque ambos acordamos terminar esto a pesar de no haberlo aclarado. Ambos sentíamos lo mismo. Tu indiferencia, tu orgullo y tu odio llegaron a tocarme y me manipularon a tal punto de no haber sido yo misma. Todo lo que me dabas, te lo devolvía inconscientemente. Pronunciaste más de una vez aquellas palabras ensordecedoras, innombrables. "Ya no te amo".
    Y en mi caso, no las dije pero sí las he sentido. Estábamos por fin en sintonía. Me convertí en todo lo que una vez repudié en una persona.
    Era el fin. No había amor en nuestras palabras.
    Y aún así, siempre te brindé mi apoyo, que estaría aquí disponible por si necesitase desahogarse, o tuviese dudas al respecto. Me dijiste que verías si volverías o no.
    Pero sabía que no iba a suceder. ¿Por qué lo haría?. Veía a aquellos amigos cercanos que le fallaron y desde la raíz los arrancó y tiró lejos de su jardín sin titubear. ¿Por qué volvería conmigo?. No tenía sentido.
    En su ausencia, medité y di por sentado que ya había acabado. No me arrepentí el haberle dicho mi amorío pero tampoco generaba en mi alguna satisfacción. Me sentía feliz el haber aceptado y liberado mis preocupaciones, volver a ser yo otra vez.

    No duró mucho tiempo, y en medio de mi tranquilidad, volviste a mi. Luego de charlar unos minutos reacciono y me doy cuenta de tu regreso.
    Aquél acto de amor era lo que tanto necesitaba. Realmente me amabas.
    Y a pesar de que sea duro, vamos avanzando de a poco, reconstruyendo la confianza -porque sé que nada es imposible si uno se lo propone- y curando las heridas, cambiando para mejor, apoyándonos mutuamente.
    Volviste a mí.